No sé cuál sería la apariencia del ángel que anunció a María su futura maternidad. Lo que sí sé es que este Gabriel que conocí, un simple mortal, aparentaba ser atento y responsable.
- No te preocupes que esto no es nada. No mueve el brazo derecho pero se recuperará muy pronto. Será sólo una fractura de clavícula. Mañana te vas a casa.
- Pero la beba llora mucho- decía yo.
- Quedate tranquila. Le van a sacar una placa de RX nada más.
De regreso a la habitación notamos que nuestra hija no tenía nada de movilidad en su brazo, apenas movía los deditos. El neonatólogo pasó y nos explicó que la placa demostraba que la lesión no era en los huesos sino en los nervios. Y que esto requeriría de rehabilitación.
Cansados de esperar al obstetra para que nos diera el alta o al menos viniera a ver cómo estábamos , como hacía con las demás mamás . ¿Por qué nos evitaba?
Como padres no exigíamos que Gabriel fuese ángel, sobrehumano u omnipotente. Sólo Hubiéramos querido que, como simple humano que es, reconociera la cadena de errores que cometió durante el parto de nuestra hija.
Que fuese simplemente más humano y llorase junto a nosotros por el sufrimiento de la recién nacida.
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