Hace unos años analicé un libro de mi infancia para un examen de antropología: “Jerry de las islas” de Jack London. El profesor nos hablaba de etnocentrismo cultural, es decir, de posicionarse en determinada ideología dominante para medir con esa vara a todas las demás culturas como inferiores. Comencé a leer lo que de niña tanto me gustaba y descubrí mucho material interesante. Por supuesto que todo libro o toda producción cultural es reflejo de una época y a la vez, de alguna ideología. Pero me sorprendió cómo el autor degrada constantemente a la gente de color a través de las vivencias del perrito Jerry. Y que el mismo animal era considerado de inteligencia superior a los esclavos del barco por su dueño. Obviamente, Jack London avalaría la esclavitud y eso reflejó en este libro.
Leí este libro muchas veces, pues fue un regalo de mis padres. Incluso realicé un trabajo en la escuela primaria. Pero jamás me había percatado de lo tremendamente discriminante que es. Como madre siento que o peligroso no sería que mis hijos leyeran literatura que supuestamente se considere para niños, sino que lo hicieran sin mi reflexión, sin mi opinión.
Considero que la biblioteca infantil debe tener de todo un poco pero que debemos preocuparnos por analizar detenidamente qué ofrecemos a la mente de los niños. Por supuesto sin entrar en un análisis tan exhaustivo que eliminemos por ejemplo a Cenicienta por sus estereotipos (las hermanas y madrastra son malas y feas; ella es bonita y buena).
La selección de la literatura para nuestro hogar es importante y más aún, que acompañemos esa lectura con la ideología que nosotros consideramos propia. La coherencia entre lo que queremos enseñarles como personas y lo que les ofrecemos como productos culturales es básica para el desarrollo de los que más amamos.
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